El asesinato de Marta del Castillo no es un asunto de broma; todo menor debe ser protegido de cualquier agresión y más aún en su entorno cercano.
Pero si justo en el momento de su muerte y no 4 días después su ex-novio hubiera confesado, habría pasado de ser agrupado en la misma categoría que asesinatos como el de Rocío Vaninkoff o los de las niñas de Alcaser a ser un simple caso más de violencia de género (o como quieren que digamos ahora machista).
Es el poder mediático el que hace que prestemos atención en este caso al dolor de sus padres mientras que si hubiera ocurrido de otra manera el seguimiento del caso sería nulo.
Existe una delgada (que nosotros nunca determinamos) entre lo que es relevante y lo que no. Si te atropellara mortalmente un vehículo de propietario mediocre nadie ajeno a tu círculo lo sabría, las manifestaciones no serían seguidas más que por una decena de personas y todo caería en un saco roto junto a un delito por faltas, mientras que si fuera alguien relevante el que condujera el coche, sería un asesinato, no un atropello.
Sé que esto está muy manido, pero deberíamos pensar en ello...
[P.D.: aún mo me decido a escribir sobre algo que me concierna, tiempo al tiempo]